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    Contextualización Histórica

    Lughuria
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    Mensaje  Lughuria Sáb Mar 12, 2011 8:31 pm

    Durante los primeros años de la Unión Soviética, su política estuvo dominada por el partido bolchevique.[10] Después de la dura política económica llevada a cabo por los bolcheviques durante la Guerra Civil, el gobierno soviético permitió que algunas empresas privadas coexistieran con la industria nacionalizada durante los años 1920. Del mismo modo, el requisamiento total de los excedentes alimentarios en el campo fue reemplazado por impuestos sobre los alimentos (véase Nueva Política Económica). Aunque algunas de estas medidas fueron discutidas por líderes soviéticos, se consideró necesario para evitar que la "explotación capitalista" volviera a la Unión Soviética. Los asuntos económicos constituyeron el telón de fondo en la lucha por el poder que se desencadenó entre los líderes soviéticos tras la muerte de Lenin en 1924. Consolidando gradualmente su influencia y aislando a sus rivales dentro del partido Iósif Stalin se convirtió en el líder de la Unión Soviética a mediados de los años 1920.

    En 1928, Stalin introdujo el Primer Plan quinquenal destinado a construir una economía socialista. Esto, a diferencia del internacionalismo expresado por Lenin y Trotsky a través del curso de la Revolución, apuntó al socialismo en un solo país. En la industria, el estado asumió el control de todas las empresas existentes y emprendió un programa intensivo de industrialización; en la agricultura granjas colectivas fueron establecidas por todas partes en el país. Encontró la resistencia esparcida de campesinos ricos que retuvieron grano, teniendo como resultado una lucha contra las autoridades y el hambre, causando millones de muertes.

    La Gran Purga de Stalin al interior del Partido Comunista eliminó a muchos "Viejos bolcheviques", que habían tomado parte en la Revolución con Lenin. Mientras tanto, innumerables ciudadanos soviéticos fueron encarcelados y enviados al Gulag, una red de campamentos de trabajo forzados. Aún a pesar de la confusión a mediados de los años 1930, la Unión Soviética desarrolló una economía industrial poderosa años antes de la Segunda Guerra Mundial.

    Los años treinta vieron la cooperación más cercana entre los países Occidentales y la URSS, en 1933 se establecieron relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos y la URSS. Cuatro años más tarde, la URSS apoyó a la República Española en la Guerra civil española contra el golpe de Estado de los sublevados, apoyados por la Italia fascista y la Alemania Nazi. No obstante, después de que Gran Bretaña y Francia concluyesen los Acuerdos de Múnich con la Alemania Nazi, la URSS realizó tratos con este último también, económicamente y militarmente, concluyendo el Pacto Ribbentrop-Mólotov (pacto de no agresión nazi-soviético), que permitió la ocupación de Lituania, Letonia, Estonia y la Invasión de Polonia en 1939. A finales de noviembre en 1939, incapaz de forzar a Finlandia en el acuerdo a mover su frontera 25 kilómetros de Leningrado por medios diplomáticos, Stalin ordenó la invasión del país


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    El Gran Giro (1929-1934) y sus consecuencias

    La meta de Stalin no consistía solamente en construir una sociedad sin clases, objetivo del comunismo, sino también de abastecer más rápido las ciudades, centros de poder bolchevique, cuando la «crisis de las cosechas» (1927-1929) obligó a restaurar el racionamiento urbano y demostró la fragilidad del poder. Además, se trató de industrializar a la Unión Soviética lo más rápido posible, por medio de la extracción de los recursos del campo, necesarios para modernizar el país y volverlo capaz de enfrentar a los países capitalistas en caso de guerra.
    [editar] La colectivización de las tierras
    Afiche de propaganda soviética con el lema «¡Camarada, ven y únete al koljós!».
    Artículo principal: Colectivización en la URSS

    En 1929, Stalin también decretó la «colectivización» de las tierras (en la práctica, una nacionalización) y la «liquidación de los kulaks en tanto clase». La propiedad privada fue abolida, las tierras y los medios de producción de los campesinos fueron reagrupados en koljós o sovjós. Ante esta medida, la resistencia fue considerable: antes que abandonar sus bienes al Estado, los kulaks incendiaron las cosechas y mataron a su ganado (1930-1932). Ciertas regiones fueron presas de verdaderos levantamientos armados, en los cuales la autoridad del Partido único fue seriamente desestabilizada durante algún tiempo: ciertos militantes y responsables locales incluso tomaron partido por sus conciudadanos.

    La resistencia fue desbaratada por la violencia. Solamente en 1929, 1300 revueltas campesinas fueron aplastadas. En marzo de 1930, Stalin consintió un retroceso: su artículo "El vértigo del éxito", aparecido en Pravda, autorizó los gastos de los koljózniki, los cuales se vaciaron en seguida. Pero apenas la cosecha anual estuvo asegurada, batallones de voluntarios reclutados en las ciudades partieron violentamente al asalto del campo. La imprecisión peligrosa de la noción de kulak autorizó todo tipo de arbitrariedades: se terminó por considerar como kulak a todo adversario real o supuesto de la colectivización.

    En pocos años, 400.000 familias de kulaks fueron deportados a Siberia a toda prisa, en condiciones espantosas y abandonados a su suerte. La total improvisación de la operación tuvo como consecuencia una gran mortandad entre los «deskulakizados» deportados. Se presentaron incluso escenas de canibalismo,[4] mientras que otros huyeron de sus lugares de exilio y erraron a través del país en condiciones miserables: la mayor parte fue sistemática detenida y liquidada en el curso de la Gran Purga.[5]

    En 1932, Stalin se negó a escuchar numerosas advertencias, entre ellas la del escritor Mijaíl Shólojov, que pronosticaban que la prosecución de las colectas forzadas de semillas y cereales llevaría a una hambruna.[6] De hecho, la terrible hambruna de 1932-1933 causó estragos en las tierras de trigo más ricas del país, en particular, en Ucrania (Holodomor). La existencia de la tragedia fue negada en el extranjero y las exportaciones de trigo continuaron como si nada sucediera. Varios hambrientos que se trasladaban hacia las ciudades fueron contenidos por el OGPU y reenviados al campo. Se contabilizaron, por lo menos, 4 ó 5 millones de muertos.

    Bandadas de huérfanos errantes (los bespryzorniki) atravesaron durante años las carreteras de la URSS. En algunos años, igualmente, 25 millones de campesinos huyeron del campo, donde la violencia y el hambre hacían estragos, para refugiarse en las ciudades que sufrían una explosión anárquica.

    Conformando la última guerra campesina[7] y la última hambruna grave de Europa, la colectivización integral se completó en 1934, pero los daños fueron irreparables y los campesinos enrolados en los sovjósy y en los koljózy mantuvieron una resistencia pasiva, en la forma de una baja productividad sistemática. En 1935, para contrarrestar esa resistencia, Stalin concedió a cada agricultor un pedazo de tierra (el dvor) que podía utilizar libremente y cuyos productos podían ser vendidos en un mercado koljósiano libre. En 1939, estos terrenos que representaban solo el 3% de las tierras producían el 25% de los cultivos, más de la mitad de las frutas y hortalizas y el 72% de la leche y la carne.[8]

    Así pues, los resultados globales siguieron siendo decepcionantes. Al eliminar los kulaks, la agricultura fue privada de sus elementos más dinámicos. La producción se derrumbó. La antigua Rusia, primera exportadora de cereales en el mundo bajo el Imperio ruso, se convirtió definitivamente en un país importador. El racionamiento urbano restablecido en 1927 no pudo ser levantado hasta 1935 y entre 1936 y 1937 se presentaron nuevamente hambrunas en algunas regiones.[9] Gracias al éxodo rural masivo provocado por la nacionalización de las tierras, la industria rusa se benefició de una abundante mano de obra disponible. La compra a bajo precio de las cosechas por parte del Estado le permitió también financiar la industrialización.
    [editar] Planificación e industrialización
    Afiche soviético: «El humo de las chimeneas es el aliento de la Rusia soviética».

    Decidido a hacer de la Unión Soviética una gran potencia industrial, Stalin decretó la nacionalización de todas las empresas y suprimió la categoría social de los nepmen. Incluso se prohibió ejercer su oficio a los artesanos individuales, al menos hasta 1936. Stalin encargó al Gosplán la planificación de la economía. El 1 de octubre de 1928 se lanzó el primer plan quinquenal, el cual privilegió a la industria pesada y a las comunicaciones en detrimento de la agricultura y a las industrias de consumo, y fijó objetivos de producción particularmente ambiciosos.

    La "industrialización a toda marcha" ansiada por Stalin fue iniciada. Esta convirtió a la URSS en una dictadura productivista que vivía con la obsesión de conseguir y sobrepasar las normas de producción siempre realzadas. Desde 1931, el objetivo oficial consistía incluso en cumplir el plan quinquenal en solamente cuatro años. El desempleo desapareció oficialmente, las Bolsas de Trabajo y los subsidios al desempleo fueron suprimidos desde 1930. La jornada laboral se alargó. A partir de 1929, el sistema de «no-interrupción» (nepreryvka), eliminó la jornada semanal de descanso común: para que la URSS estuviera en actividad continua, cada persona tenía sus 5 (luego 6) días de trabajo y su último día de descanso propio.

    Los resultados fueron espectaculares. En 1940, la URSS se encontró en el tercer puesto en el rango de industrialización mundial. El país cambió de aspecto y se cubrió de grandes obras, en parte, realizadas por la mano de obra servil del gulag: canales, embalses, fábricas enormes, rascacielos, metro de Moscú, nuevas ciudades, etc. Pero esta industrialización a marcha forzada tuvo su precio. Mucho más costoso de lo previsto, el Plan Quinquenal debió ser financiado por la inflación (la masa monetaria se cuadruplicó en algunos años), por los préstamos forzados a los trabajadores y a particulares o incluso por la entrega obligatoria al Estado de los objetos de oro. El Estado desarrolló también la extracción de recursos naturales, los cuales ofreció en el mercado internacional recurriendo, si era necesario, al dumping (petróleo de Siberia o de Kolymá extraído por los prisioneros del Gulag).

    El derroche de recursos y de energías fue considerable y muchos trabajos fueron hechos de prisa o no se acabaron. Incluso algunos revelaron ser inútiles, como el Canal Mar Blanco-Báltico (1930-1933), costoso en vías de presidiarios y que casi nunca vio circular algún navío. La eficacia fue a menudo sacrificada por la grandiosidad, por la precipitación y por la propaganda. Las decisiones políticas primaron sobre la competencia: los especialistas, ingenieros y técnicos, que eran raramente miembros del Partido, fueron en efecto mantenidos bajo sospecha, mientras que los adeptos al Partido, para quienes contaba ante todo la obediencia incondicional a las órdenes políticas, fueron tenidos en una alto concepto.[10]

    En el plano social, la industrialización se alcanzó en detrimento de las industrias de bienes de consumo y de la agricultura, lo que engendró grandes sufrimientos a la población. La presión ejercida sobre la clase obrera fue tal que el nivel de vida popular cayó un 40% en el curso del primer Plan Quinquenal. Los salarios obreros no recuperaron su nivel de 1928 hasta 1940. A partir de 1935, el movimiento estajanovista patrocinado por el Estado permitió la aparición de una nueva «aristocracia obrera» y una nueva alza en las normas de producción a expensas de las condiciones de trabajo y de sus salarios. Desde 1931, un reglamento de trabajo impidió todo cambio de empleo no autorizado. En 1938-1940, una serie de decretos draconianos castigaron con el envío al gulag a todo retraso repetido de más de 20 minutos.



      Fecha y hora actual: Lun Mayo 13, 2024 3:09 pm