El nuevo día recibió a los tripulantes del Ager2 con una mañana fría en alta mar. Cielo y Océano se miraban, reflejándose grises, el uno en el otro. En la inmensidad de la estepa marina, la bruma envolvía la visión más allá del vértice más saliente de popa y proa. No era una niebla cerrada, más bien una niebla molesta que interrumpía el avance del buque, haciendo que éste se volviese más lento de lo habitual.
Los pasajeros, se vieron las caras a la hora del desayuno. La presencia de Nicolay en la cocina se había hecho notar. El café era más bebible y los huevos con beicon tenían buena presencia. Un enérgico desayuno para afrontar el día que les esperaba.
Las labores de limpieza y cocina les habían ocupado más de media mañana. Al medio día, aún con esa sensación de la humedad metida entre los huesos, los investigadores quedaron libres de responsabilidades.
Ante la demanda de Dimitri a su Capitán de poder entrenarse con los trajes de buzo antes de llegar a la isla, Popov no dio consentimiento de parar el buque para tales maniobras. El marino tenía prisa por llegar al destino. “Que entrenen en cubierta su colocación, si así lo desean, pero no quiero a ninguno en el agua”.Popov no había pasado una buena noche. Sus sueños se habían convertido en pesadillas en varias ocasiones, haciéndole despertar entre sudores fríos. Nunca, en todos sus años de servicio, había soñado con monstruos marinos o elementos similares. Ni tan siquiera con hermosas sirenas que intentasen embelesar al atractivo hombre con sus cantos. Quizás el haber escuchado las versiones de Petra acerca de los hombres anfibios o al viejo marinero llamado Gólubev, cantando canciones populares de mar, con la barriga y la cabeza llena de Vodka, habían tenido la culpa de tanta fantasía.
Gólubev, era el marinero de más edad. Con el cabello ya cubierto de canas y ese rostro de quien ha abusado demasiado de los placeres del alcohol. No era difícil escucharle cantar apoyando, su embriaguez en el palo de una escoba e incluso hablar solo relatándose a sí mismo y a quien quisiera escucharle, anécdotas de la guerra.
Popov se cruzó con él camino de la cabina de mando.
Los pasajeros, se vieron las caras a la hora del desayuno. La presencia de Nicolay en la cocina se había hecho notar. El café era más bebible y los huevos con beicon tenían buena presencia. Un enérgico desayuno para afrontar el día que les esperaba.
Las labores de limpieza y cocina les habían ocupado más de media mañana. Al medio día, aún con esa sensación de la humedad metida entre los huesos, los investigadores quedaron libres de responsabilidades.
Ante la demanda de Dimitri a su Capitán de poder entrenarse con los trajes de buzo antes de llegar a la isla, Popov no dio consentimiento de parar el buque para tales maniobras. El marino tenía prisa por llegar al destino. “Que entrenen en cubierta su colocación, si así lo desean, pero no quiero a ninguno en el agua”.Popov no había pasado una buena noche. Sus sueños se habían convertido en pesadillas en varias ocasiones, haciéndole despertar entre sudores fríos. Nunca, en todos sus años de servicio, había soñado con monstruos marinos o elementos similares. Ni tan siquiera con hermosas sirenas que intentasen embelesar al atractivo hombre con sus cantos. Quizás el haber escuchado las versiones de Petra acerca de los hombres anfibios o al viejo marinero llamado Gólubev, cantando canciones populares de mar, con la barriga y la cabeza llena de Vodka, habían tenido la culpa de tanta fantasía.
Gólubev, era el marinero de más edad. Con el cabello ya cubierto de canas y ese rostro de quien ha abusado demasiado de los placeres del alcohol. No era difícil escucharle cantar apoyando, su embriaguez en el palo de una escoba e incluso hablar solo relatándose a sí mismo y a quien quisiera escucharle, anécdotas de la guerra.
Popov se cruzó con él camino de la cabina de mando.
“Al compás de las sirenas
Cantarán nuevos cantares
Remareis con tristes penas
Vuestros remos de pesares “
Cantarán nuevos cantares
Remareis con tristes penas
Vuestros remos de pesares “