Mi nombre es Dhurga, pertenezco a la Flota Marítima Militar del pacífico de las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa. Me encuentro en esta isla desde que nuestro Submarino el K-S79 se hundiese, y yo junto a otros seis marineros, lográsemos alcanzar la cámara auto flotante de salvamento. Siendo sincera, no se el tiempo que ha transcurrido desde aquel fatal desenlace. Supongo que a estas alturas el ejército haya cesado en nuestra búsqueda y debamos habitar esta isla, nuestra propia cárcel, hasta el fin de nuestros días. Ni yo ni los otros soldados supervivientes hemos sabido descifrar cual es nuestra situación y aún así, durante mucho tiempo no perdimos la esperanza.
En la isla habita, una población pequeña, de tribus aborígenes .distribuidas en dos aldeas. Sus rasgos difieren notablemente de los nuestros, siendo de tez más morena, talla más baja y complexión menos fuerte. Toscas son las facciones de sus semblantes. Ni hombres ni mujeres parecen bellos a nuestros ojos. Es difícil poder observarles a rostro descubierto, pues suelen ocultarse bajo velos al modo de los Tuareg.
Sus costumbres, al llegar, nos eran totalmente ajenas, distinto idioma, distinta comida, distinta religión. Con conductas inclinadas hacia el salvajismo.
Uno de los hechos que nos sorprendieron, desde un principio , fue la cantidad de oro que en forma de estatuillas adornaban sus altares , pues habiendo llevado a cabo varios reconocimientos de norte a sur y de este a oeste ,no encontramos mina ,ni curso de agua que contuviese el metal . Tampoco les habíamos visto nunca refinarlo. Ni acometer la laboriosa tarea de tallarlo. Aún así, era fácil encontrar cada poco tiempo una nueva figura dorada . A nuestro parecer, disponían de un tesoro.
El oro, ese metal precioso, desvelo y ruina de tantos y tantos hombres. Y no menos fue la nuestra. Cada haz de luz que el sol desmembraba de cada efigie, acrecentaba nuestro anhelo. Cada mota del fino polvo del metal que se desprendía de las joyas con las que algunas mujeres adornaban sus muñecas, dilataba al máximo nuestras pupilas dando buena cuenta de nuestro deseo. No hacíamos otra cosa que hablar del donde, del como, del cuando, elucubrando sobre su origen y manufacturación. .
La idea de descubrir las misteriosas riquezas, invadió nuestras mentes. Eso fue lo que inició nuestra perdición Nos soñábamos de vuelta a nuestros hogares envueltos en ellas e incluso en mi fuero interno soy consciente que hubiésemos acabado los unos con los otros si de por medio hubiese estado el acceso al resplandeciente y suculento metal, pues podíamos escuchar su murmullo latente, su seductor canto que envenenaba nuestra mente. Y en lugar de centrar nuestros esfuerzos en la posibilidad de volver a casa, registramos grutas, excavamos donde creíamos que pudieran haber enterrado objetos y les espiamos. Si, sin duda alguna, el oro desvió de nuestra cabeza la idea de salir de allí cuanto antes.
Formamos tres grupos de rastreo. Haciendo guardias día y noche. En la primera patrulla de aquella noche, me tocó el turno junto con Igor y Oleg. La actividad que había en la aldea al abrigo de la oscuridad, era mayor que durante las horas de luz, en las que parecía que los habitantes estuvieran en un continuo letargo. Desde nuestro cobijo, observamos como un grupo de jóvenes se distanciaba del núcleo de cabañas, echamos a suerte quien les seguiría. La suerte eligió a Oleg.
De lo que aquella noche, ocurrió a mis compañeros nada se, no puedo escribir palabra alguna, mas si de los atroces sucesos que ocurrieron a mi persona. Intentaré hacerlo lo más comprensible posible, porque ni yo se, a ciencia cierta, si el temblor del miedo me dejará recordar con claridad. O si podré ser del todo objetiva y conservar la sangre fría que debiera tener.
Mi misión me condujo a una pequeña cala, un entrante de mar que cuando la marea bajaba, dejaba a la vista una `diminuta playa rocosa. Seguí a mi objetivo a una distancia prudencial intentando no ser descubierta.
Me arrolló un fuerte olor a algas podridas, normalmente el olor a mar me agrada, y ese hedor no era simple olor a salitre .Me acerqué al grupo de nativos, cubierta por el manto de la noche, hasta poder escuchar lo que hablaban. Los sonidos se tornaban murmullos roncos y espectrales. Nunca les había oído hablar de aquella manera y realmente aquellos rumores me envolvieron el estomago en un puño. Miraban mis vigilados indígenas hacia el océano, tan oscuro y tenebroso como nunca antes me había parecido y yo oteaba el horizonte tras ellos.
Del mar en calma emergieron entonces, una especie de reptiles marinos del tamaño de un hombre. Mis ojos no podían creer lo que veían. Una mutación prehumana, un resultado de la evolución, que nadie o al menos yo hasta ese momento, no sabía de su existencia. El olor se hacía por momentos más desagradable y fétido. Los habitantes de la isla no parecían sorprendidos ante la presencia de aquellos animales, es más, eran lo que esperaban. Se reunieron con ellos en una de las piedras más grandes y planas de la base del acantilado.
¡Hablaban ¡Todos hablaban aquel lenguaje arcano indescifrable!. ¿Cómo era posible? Comencé a dudar sobre mi estado mental, ¿Habría tomado algo que me hiciese alucinar? ¿Alguna planta tocada por casualidad y de los dedos a mi boca haber traspasado sustancias alucinógenas? La mente, como siempre, queriendo dar entidad y comprensión a lo incomprensible.
Las criaturas y sus anfitriones parecían nerviosos, no acertaba a comprender cual era la causa, hasta que por fin lo entendí. La causa era yo. Debían haber descubierto mi olor o mi presencia y comenzaron a rebuscar entre las piedras y maleza próxima. Su acecho hizo que echase mano a la única arma que poseía, ni que decir tiene que en nuestra huída de la muerte no tuvimos tiempo de llevar más que lo puesto, con lo cual las armas de las que disponíamos eran escasas, como escasa era la munición.
Intenté deslizarme hasta algún lugar más seguro, pero unas piedras desprendidas a costa de la torpeza de mis pasos, delataron mi posición. Antes de correr por la escarpada ladera eché la vista hacia atrás, más sombras brotaban de la marea.
Me persiguieron, sus pasos me resultaban cada vez más amenazadores. Eran más rápidos que yo. La respiración se aceleraba en la carrera .El corazón palpitaba en mi garganta. Lancé un tiro al aire, necesitaba solicitar la ayuda de mis camaradas, aunque eso traicionara mi camino. Tras de mi, aquella progenie del mar parecía multiplicarse .No hay escapatoria. No, no la había.
Presa del pánico decidí hacerles frente. Quizás, si mataba alguno, los demás cesaran en su acorralamiento. Nada más lejos de la realidad. El abatimiento de uno de sus congéneres no hizo sino enfurecerlos. Se hicieron más visibles. Sus horrorosos rostros y su grotesco cuerpo les hacían parecer una especie de hombres-pez .Sus ojos, saltones, paralizados destilaban ferocidad.
Si no hubiera disparado… Si no les hubiera enfurecido. Si, si… ¡OH DIOS! Me tiemblan las manos, se me estremece el cuerpo, atemorizada por si vuelven, por si me encuentran aquí dejando constancia de sus atrocidades…
Se lanzaron hacia mí. Uno, dos, tres disparos .Siendo consciente de que nada iba a impedir que sobreviviesen más de la mitad, continuaba disparando, alejando la posibilidad de verme atrapada entre sus garras. Dicha posibilidad solo fue eso. Una Posibilidad.
Sus manos, palmeadas como las de los sapos, me apresaron. Inútilmente intenté resistirme. Las garras se hundieron en manos y pies como auténticos clavos. Las prontas heridas escocían. Se empezaron a escuchar disparos lejanos y un halo de esperanza se instaló en mi acelerado corazón. Pero, nadie hizo caso de mis gritos ahogados por el peso de los cuerpos gelatinosos sobre el mío. Brutalmente fui violada por uno de esos seres, aunque quizás fueron varios los que tomaron mi cuerpo desgarrándolo, envolviéndolo en una especie de jalea pegajosa que se confundía con la sangre que descendía por entre mis piernas.
ME HACEN DAÑO, RASGAN MIS ENTRAÑAS, CHILLO Y ESAS VOCES…ESAS VOCES QUE ME ESCUPEN VENENO, ME AHOGO, SIENTO QUE ME FALTA EL AIRE, ME AHOGO. ¡QUE ALGUIEN ME AYUDE! QUE…QUE…
No recuerdo el momento exacto en el que vomité, ni el momento en que desesperada, lancé un mordisco a uno de mis atacantes, quedándose entre mis labios una piel escamosa que provocó un asco primitivo que jamás he logrado arrancar del recuerdo.
Los repulsivos seres me dejaron a la orilla del mar, sola, malherida y con la sensación de que un engendro crecía en mi vientre. No tengo recuerdos de que ocurrió tras su abandono.
No quiero volver. NO QUIERO QUE VENGAN A POR LO QUE ES SUYO. Sangre verde y escamosa. FUERA FUERAAAAAA.
El escrito es dejado sobre la mesa, entre los papeles del informe al que pertenece. Unas manos enredan entre los demás documentos, que aluden a un caso de Alto secreto militar. El informe del Equipo Medico que trata a la Paciente es escueto y conciso:
Mujer de 30 años rescatada del hundimiento del submarino K-S79 de la Armada Rusa, destinado a maniobras militares en el pacífico. Única superviviente de la catástrofe, fue encontrada semanas después del siniestro, inconsciente, entre las rocas de la playa de una isla deshabitada a la que suelen acudir pescadores a fondear sus barcos durante la noche.
En el momento del ingreso hospitalario está en una fase temprana de embarazo, el cual es interrumpido naturalmente días mas tarde de su llegada. El embrión no muestra anomalía ninguna, en pruebas básicas de exploración.
El estado mental de la mujer es caótico, mantiene conductas obsesivas compulsivas de higiene de boca, manos y genitales. Presenta a su vez e incongruentemente una fobia aguda al agua. Las alucinaciones y paranoias se suceden en estadios difícilmente controlables por la medicación. Así mismo tiene una percepción errónea del espacio-tiempo (los escritos de la paciente, que se adjuntan al informe son realizados durante la estancia en este Hospital Psiquiátrico militar, nótese ciertas inconexiones temporales)
Mantiene conductas agresivas hacia si misma y hacia los demás, por lo que en las crisis es necesario ponerle camisa de fuerza que evite el daño hacia su persona y hacia el resto de pacientes y personal sanitario.
Se ruega valoración integral del caso.
Un grito espeluznante interrumpe la lectura. Es ella. La imagen que traslada la cámara de seguridad ,colocada en la habitación de la inclusa, es aún mas desgarradora que el sonido .Una figura esquelética , con los ojos hundidos en lo que hace tiempo debió ser un lindo rostro., ahora desencajado en una mueca de terror, reflejo del pánico ,que desalma a cualquiera que pueda observarlo .La respiración es agitada, el pulso acelerado. Su cuerpo refleja pavor y sus movimientos bruscos y violentos lo corroboran. Las manos en pose de garra se intentan defender de algo o alguien que tan solo habita en la mente de su dueña. Imágenes que una y otra vez acuden a la Psiquis confundiendo la voluntad de la mujer.
Los ojos , abiertos y con las pupilas dilatadas miran , pero no parecen fijarse en nada en concreto. La angustiada voz se disemina en la vacía estancia, provocando incluso rebotes en las pareces que devuelven el eco, _ ¡ESTAN AQUÍ!...
En la isla habita, una población pequeña, de tribus aborígenes .distribuidas en dos aldeas. Sus rasgos difieren notablemente de los nuestros, siendo de tez más morena, talla más baja y complexión menos fuerte. Toscas son las facciones de sus semblantes. Ni hombres ni mujeres parecen bellos a nuestros ojos. Es difícil poder observarles a rostro descubierto, pues suelen ocultarse bajo velos al modo de los Tuareg.
Sus costumbres, al llegar, nos eran totalmente ajenas, distinto idioma, distinta comida, distinta religión. Con conductas inclinadas hacia el salvajismo.
Uno de los hechos que nos sorprendieron, desde un principio , fue la cantidad de oro que en forma de estatuillas adornaban sus altares , pues habiendo llevado a cabo varios reconocimientos de norte a sur y de este a oeste ,no encontramos mina ,ni curso de agua que contuviese el metal . Tampoco les habíamos visto nunca refinarlo. Ni acometer la laboriosa tarea de tallarlo. Aún así, era fácil encontrar cada poco tiempo una nueva figura dorada . A nuestro parecer, disponían de un tesoro.
El oro, ese metal precioso, desvelo y ruina de tantos y tantos hombres. Y no menos fue la nuestra. Cada haz de luz que el sol desmembraba de cada efigie, acrecentaba nuestro anhelo. Cada mota del fino polvo del metal que se desprendía de las joyas con las que algunas mujeres adornaban sus muñecas, dilataba al máximo nuestras pupilas dando buena cuenta de nuestro deseo. No hacíamos otra cosa que hablar del donde, del como, del cuando, elucubrando sobre su origen y manufacturación. .
La idea de descubrir las misteriosas riquezas, invadió nuestras mentes. Eso fue lo que inició nuestra perdición Nos soñábamos de vuelta a nuestros hogares envueltos en ellas e incluso en mi fuero interno soy consciente que hubiésemos acabado los unos con los otros si de por medio hubiese estado el acceso al resplandeciente y suculento metal, pues podíamos escuchar su murmullo latente, su seductor canto que envenenaba nuestra mente. Y en lugar de centrar nuestros esfuerzos en la posibilidad de volver a casa, registramos grutas, excavamos donde creíamos que pudieran haber enterrado objetos y les espiamos. Si, sin duda alguna, el oro desvió de nuestra cabeza la idea de salir de allí cuanto antes.
Formamos tres grupos de rastreo. Haciendo guardias día y noche. En la primera patrulla de aquella noche, me tocó el turno junto con Igor y Oleg. La actividad que había en la aldea al abrigo de la oscuridad, era mayor que durante las horas de luz, en las que parecía que los habitantes estuvieran en un continuo letargo. Desde nuestro cobijo, observamos como un grupo de jóvenes se distanciaba del núcleo de cabañas, echamos a suerte quien les seguiría. La suerte eligió a Oleg.
De lo que aquella noche, ocurrió a mis compañeros nada se, no puedo escribir palabra alguna, mas si de los atroces sucesos que ocurrieron a mi persona. Intentaré hacerlo lo más comprensible posible, porque ni yo se, a ciencia cierta, si el temblor del miedo me dejará recordar con claridad. O si podré ser del todo objetiva y conservar la sangre fría que debiera tener.
Mi misión me condujo a una pequeña cala, un entrante de mar que cuando la marea bajaba, dejaba a la vista una `diminuta playa rocosa. Seguí a mi objetivo a una distancia prudencial intentando no ser descubierta.
Me arrolló un fuerte olor a algas podridas, normalmente el olor a mar me agrada, y ese hedor no era simple olor a salitre .Me acerqué al grupo de nativos, cubierta por el manto de la noche, hasta poder escuchar lo que hablaban. Los sonidos se tornaban murmullos roncos y espectrales. Nunca les había oído hablar de aquella manera y realmente aquellos rumores me envolvieron el estomago en un puño. Miraban mis vigilados indígenas hacia el océano, tan oscuro y tenebroso como nunca antes me había parecido y yo oteaba el horizonte tras ellos.
Del mar en calma emergieron entonces, una especie de reptiles marinos del tamaño de un hombre. Mis ojos no podían creer lo que veían. Una mutación prehumana, un resultado de la evolución, que nadie o al menos yo hasta ese momento, no sabía de su existencia. El olor se hacía por momentos más desagradable y fétido. Los habitantes de la isla no parecían sorprendidos ante la presencia de aquellos animales, es más, eran lo que esperaban. Se reunieron con ellos en una de las piedras más grandes y planas de la base del acantilado.
¡Hablaban ¡Todos hablaban aquel lenguaje arcano indescifrable!. ¿Cómo era posible? Comencé a dudar sobre mi estado mental, ¿Habría tomado algo que me hiciese alucinar? ¿Alguna planta tocada por casualidad y de los dedos a mi boca haber traspasado sustancias alucinógenas? La mente, como siempre, queriendo dar entidad y comprensión a lo incomprensible.
Las criaturas y sus anfitriones parecían nerviosos, no acertaba a comprender cual era la causa, hasta que por fin lo entendí. La causa era yo. Debían haber descubierto mi olor o mi presencia y comenzaron a rebuscar entre las piedras y maleza próxima. Su acecho hizo que echase mano a la única arma que poseía, ni que decir tiene que en nuestra huída de la muerte no tuvimos tiempo de llevar más que lo puesto, con lo cual las armas de las que disponíamos eran escasas, como escasa era la munición.
Intenté deslizarme hasta algún lugar más seguro, pero unas piedras desprendidas a costa de la torpeza de mis pasos, delataron mi posición. Antes de correr por la escarpada ladera eché la vista hacia atrás, más sombras brotaban de la marea.
Me persiguieron, sus pasos me resultaban cada vez más amenazadores. Eran más rápidos que yo. La respiración se aceleraba en la carrera .El corazón palpitaba en mi garganta. Lancé un tiro al aire, necesitaba solicitar la ayuda de mis camaradas, aunque eso traicionara mi camino. Tras de mi, aquella progenie del mar parecía multiplicarse .No hay escapatoria. No, no la había.
Presa del pánico decidí hacerles frente. Quizás, si mataba alguno, los demás cesaran en su acorralamiento. Nada más lejos de la realidad. El abatimiento de uno de sus congéneres no hizo sino enfurecerlos. Se hicieron más visibles. Sus horrorosos rostros y su grotesco cuerpo les hacían parecer una especie de hombres-pez .Sus ojos, saltones, paralizados destilaban ferocidad.
Si no hubiera disparado… Si no les hubiera enfurecido. Si, si… ¡OH DIOS! Me tiemblan las manos, se me estremece el cuerpo, atemorizada por si vuelven, por si me encuentran aquí dejando constancia de sus atrocidades…
Se lanzaron hacia mí. Uno, dos, tres disparos .Siendo consciente de que nada iba a impedir que sobreviviesen más de la mitad, continuaba disparando, alejando la posibilidad de verme atrapada entre sus garras. Dicha posibilidad solo fue eso. Una Posibilidad.
Sus manos, palmeadas como las de los sapos, me apresaron. Inútilmente intenté resistirme. Las garras se hundieron en manos y pies como auténticos clavos. Las prontas heridas escocían. Se empezaron a escuchar disparos lejanos y un halo de esperanza se instaló en mi acelerado corazón. Pero, nadie hizo caso de mis gritos ahogados por el peso de los cuerpos gelatinosos sobre el mío. Brutalmente fui violada por uno de esos seres, aunque quizás fueron varios los que tomaron mi cuerpo desgarrándolo, envolviéndolo en una especie de jalea pegajosa que se confundía con la sangre que descendía por entre mis piernas.
ME HACEN DAÑO, RASGAN MIS ENTRAÑAS, CHILLO Y ESAS VOCES…ESAS VOCES QUE ME ESCUPEN VENENO, ME AHOGO, SIENTO QUE ME FALTA EL AIRE, ME AHOGO. ¡QUE ALGUIEN ME AYUDE! QUE…QUE…
No recuerdo el momento exacto en el que vomité, ni el momento en que desesperada, lancé un mordisco a uno de mis atacantes, quedándose entre mis labios una piel escamosa que provocó un asco primitivo que jamás he logrado arrancar del recuerdo.
Los repulsivos seres me dejaron a la orilla del mar, sola, malherida y con la sensación de que un engendro crecía en mi vientre. No tengo recuerdos de que ocurrió tras su abandono.
No quiero volver. NO QUIERO QUE VENGAN A POR LO QUE ES SUYO. Sangre verde y escamosa. FUERA FUERAAAAAA.
El escrito es dejado sobre la mesa, entre los papeles del informe al que pertenece. Unas manos enredan entre los demás documentos, que aluden a un caso de Alto secreto militar. El informe del Equipo Medico que trata a la Paciente es escueto y conciso:
Mujer de 30 años rescatada del hundimiento del submarino K-S79 de la Armada Rusa, destinado a maniobras militares en el pacífico. Única superviviente de la catástrofe, fue encontrada semanas después del siniestro, inconsciente, entre las rocas de la playa de una isla deshabitada a la que suelen acudir pescadores a fondear sus barcos durante la noche.
En el momento del ingreso hospitalario está en una fase temprana de embarazo, el cual es interrumpido naturalmente días mas tarde de su llegada. El embrión no muestra anomalía ninguna, en pruebas básicas de exploración.
El estado mental de la mujer es caótico, mantiene conductas obsesivas compulsivas de higiene de boca, manos y genitales. Presenta a su vez e incongruentemente una fobia aguda al agua. Las alucinaciones y paranoias se suceden en estadios difícilmente controlables por la medicación. Así mismo tiene una percepción errónea del espacio-tiempo (los escritos de la paciente, que se adjuntan al informe son realizados durante la estancia en este Hospital Psiquiátrico militar, nótese ciertas inconexiones temporales)
Mantiene conductas agresivas hacia si misma y hacia los demás, por lo que en las crisis es necesario ponerle camisa de fuerza que evite el daño hacia su persona y hacia el resto de pacientes y personal sanitario.
Se ruega valoración integral del caso.
Un grito espeluznante interrumpe la lectura. Es ella. La imagen que traslada la cámara de seguridad ,colocada en la habitación de la inclusa, es aún mas desgarradora que el sonido .Una figura esquelética , con los ojos hundidos en lo que hace tiempo debió ser un lindo rostro., ahora desencajado en una mueca de terror, reflejo del pánico ,que desalma a cualquiera que pueda observarlo .La respiración es agitada, el pulso acelerado. Su cuerpo refleja pavor y sus movimientos bruscos y violentos lo corroboran. Las manos en pose de garra se intentan defender de algo o alguien que tan solo habita en la mente de su dueña. Imágenes que una y otra vez acuden a la Psiquis confundiendo la voluntad de la mujer.
Los ojos , abiertos y con las pupilas dilatadas miran , pero no parecen fijarse en nada en concreto. La angustiada voz se disemina en la vacía estancia, provocando incluso rebotes en las pareces que devuelven el eco, _ ¡ESTAN AQUÍ!...
Última edición por Lughuria el Dom Abr 10, 2011 12:22 pm, editado 1 vez