Lughuria Vie Abr 15, 2011 5:21 pm
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Biblioteca. Magadan.
Lughuria- Boss
Petra- G.investigación
Un marinero habìa escoltado a Petra Nikolaievna Smirnova hasta el edificio recièn construído de la Biblioteca Pública de Magadan. Sí le llamó la atención que, siendo recientemente creada, sus estanterías ya estuvieran completamente repletas. Se detuvo unos momentos a contemplar el artesonado del techo, blanco y dorado, con fino gusto. Evidentemente estaban en lo que habìa sido el casco de un antiguo palacio.
El bibliotecario la siguiò con la mirada, algo adormilado, sobre todo al ver al marinero que la escoltaba. Petra ignoró esas miradas y fue directo al fichero donde se agolpaban las fichas de catálogo. Años de estudio junto a su padre la habìan entrenado en buscar datos librescos apelando a los catálogos. Y ahora Petra haría gala de tal saber.
Encontró datos de varios libros, bajo el rótulo Etnología – Culturas Primitivas – Pacífico. Tomó nota de los códigos de ubicación de los libros y se acercó al mostrador donde se adormilaba el bibliotecario.
-Por favor, ¿sería tan amable de prestarme estos tìtulos para consultar aquì mismo?... –agradeció cortésmente
Petra colocò el papel delante de la nariz del adormilado bibliotecario. Eran varios libros, y el hombre, con expresión de hastío, fue hacia unas estanterías cerradas con llave y le dio los ejemplares pedidos.
Petra los llevó trabajosamente hasta una de las mesas de lectura y comenzó a revisarlos. Descartó dos y se quedó con los otros dos: uno tenía ilustraciones y el otro no.
Abrio su cuaderno de notas y volvió a repasar sus preguntas
• Un culto a alguna deidad marítima
• Tipo y materiales de sus altares
• Tipo de rituales
• Menciones a criaturas acuáticas
• Representaciones de humanos disfrazados ¿con pieles de ballena?
• Rutas migratorias y comerciales
• Mitos y leyendas
• Comparar con ídolos de regiones innuit (esquimales), coreanas, sinojaponesas.
Hubo algo sì, allí en ese pequeño libro que había decidido no apartar. Afiló el lápiz y comenzó a tomar notas de los párrafos que llamaron su atención: tendría sólo dos días para encontrar algo concluyente.
PD. Te di margen para que me digas que veo y algo de pie. Gracias!
El bibliotecario la siguiò con la mirada, algo adormilado, sobre todo al ver al marinero que la escoltaba. Petra ignoró esas miradas y fue directo al fichero donde se agolpaban las fichas de catálogo. Años de estudio junto a su padre la habìan entrenado en buscar datos librescos apelando a los catálogos. Y ahora Petra haría gala de tal saber.
Encontró datos de varios libros, bajo el rótulo Etnología – Culturas Primitivas – Pacífico. Tomó nota de los códigos de ubicación de los libros y se acercó al mostrador donde se adormilaba el bibliotecario.
-Por favor, ¿sería tan amable de prestarme estos tìtulos para consultar aquì mismo?... –agradeció cortésmente
Petra colocò el papel delante de la nariz del adormilado bibliotecario. Eran varios libros, y el hombre, con expresión de hastío, fue hacia unas estanterías cerradas con llave y le dio los ejemplares pedidos.
Petra los llevó trabajosamente hasta una de las mesas de lectura y comenzó a revisarlos. Descartó dos y se quedó con los otros dos: uno tenía ilustraciones y el otro no.
Abrio su cuaderno de notas y volvió a repasar sus preguntas
• Un culto a alguna deidad marítima
• Tipo y materiales de sus altares
• Tipo de rituales
• Menciones a criaturas acuáticas
• Representaciones de humanos disfrazados ¿con pieles de ballena?
• Rutas migratorias y comerciales
• Mitos y leyendas
• Comparar con ídolos de regiones innuit (esquimales), coreanas, sinojaponesas.
Hubo algo sì, allí en ese pequeño libro que había decidido no apartar. Afiló el lápiz y comenzó a tomar notas de los párrafos que llamaron su atención: tendría sólo dos días para encontrar algo concluyente.
PD. Te di margen para que me digas que veo y algo de pie. Gracias!
Última edición por Petra el Jue Abr 21, 2011 6:53 pm, editado 1 vez
Lughuria- Boss
Kirill, el marinero encargado de custodiar a la Antropóloga, aguardaba a espaldas de la protegida. Sin duda alguna, no era consciente de que se trataba de una prisionera de un GULAG, pues en ese caso la distancia prudencial se habría reducido notablemente entre ambos.
Desde su posición podía leer el índice del libro cuya tapa acababa de ser abierta por la mujer. Seguro que si lo contaba en el Buque se morirían de risa… “Mitología marina de las culturas del pacífico”… ¿Qué esperaba aquella muchacha encontrar en alta mar? ¿Sirenas? …Aguantó la sonrisa y prosiguió leyendo…
1. El vodianoi ruso
2. EL Bunyip Australiano
3. Lumaluma. El hombre Ballena Australiano.
4. Hombres peces de Lukomórie.
5. Mu, el continente perdido.
Los demás capítulos eran tapados por la figura femenina que con una delicadeza asombrosa tomaba el -lapicero deslizándolo sobre el papel, anotando quien sabe que…
Desde su posición podía leer el índice del libro cuya tapa acababa de ser abierta por la mujer. Seguro que si lo contaba en el Buque se morirían de risa… “Mitología marina de las culturas del pacífico”… ¿Qué esperaba aquella muchacha encontrar en alta mar? ¿Sirenas? …Aguantó la sonrisa y prosiguió leyendo…
1. El vodianoi ruso
2. EL Bunyip Australiano
3. Lumaluma. El hombre Ballena Australiano.
4. Hombres peces de Lukomórie.
5. Mu, el continente perdido.
Los demás capítulos eran tapados por la figura femenina que con una delicadeza asombrosa tomaba el -lapicero deslizándolo sobre el papel, anotando quien sabe que…
Petra- G.investigación
Petra abrió las paginas del libro que habìa apartado y examinó rápidamente el índice:
1. El vodianoi ruso
2. EL Bunyip Australiano
3. Lumaluma. El hombre Ballena Australiano.
4. Hombres peces de Lukomórie.
5. Mu, el continente perdido.
Se decidió por el capìtulo de los hombres-peces de Lukomórie, pues tal vez de allì derivaran las historias de Dhurga Mithen. Luego leyó Mu, el continente perdido pues el tìtulo le llamó la atención. Luego leería los siguientes capitulos: Lumaluma y el del Bunyip por si acaso aunque Australia era casi en el otro extremo del Pacìfico.
Después de todo, su padre siempre había considerado que había constantes culturales que se daban en diferentes partes del mundo, quizá porque la humanidad evolucionaba siempre del mismo modo o se enfrentaba a las mismas dificultades y entornos favorables. Petra pensaba, personalmente, que las mismas condiciones materiales de existencia originaran las mismas reacciones humanas y culturales. Todo estaba por probarse.
Y siempre habìa una verdad detrás de las leyendas, por absurdas que estas fueran. Cosas que la experiencia de pueblos primitivos no podía explicar y empleaba lo mejor que supiera con el lenguaje que tenìa y lo más familiar que conocía. Quizá los hombres peces fueran buzos disfrazados para impresionar a los nativos. Si estos tenìan oro, no era improbable algo asi: despues de todo siempre hay crédulos bien dispuestos a oir a personas inescrupolosas.
Petra suspiró. Buscó también algun texto sobre corrientes marinas y rutas de navegación transoceánica que surcaran el Océano Pacífico.
Alzó la mirada hacia el techo de la biblioteca. Era como un pequeño paraiso luego de los años pasados en Siberia y sería tan breve como un suspiro, pues pronto viajaría en un navìo que, seguramente, tendría iguales o peores condiciones que las que habìa sabido sobrellevar. Asì que se demoró todo lo que pudo leyendo, en esa biblioteca, para disfrutar de la amplitud y la calma del lugar.
Tomó sus notas con trazos ràpidos y leves, con soltura, en una caligrafìa muy cuidada. Miró los libros con cariño: quizá su hábitat natural debió haber sido siempre una biblioteca, una mesa, papel y pluma para escribir y no un fusil y menos una prisión.
Suspiró. Padre, cuánta falta me harias ahora… cuánto te eché y te echo de menos.
Una vez terminó su lectura devolvió al bibliotecario los libros, dándole las gracias. Aùn tenía el día siguiente para sumergirse en la colecciòn que habìa alli: encargó libros sobre las corrientes marìtimas y también sobre estilos artísticos de los pueblos primitivos del Pacífico norte.
-Gracias, camarada –le dijo-, mañana volveré por esos libros. Hasta luego.
El bibliotecario hizo una mueca que, a duras penas, Petra pudo descubrirle una sonrisa.
1. El vodianoi ruso
2. EL Bunyip Australiano
3. Lumaluma. El hombre Ballena Australiano.
4. Hombres peces de Lukomórie.
5. Mu, el continente perdido.
Se decidió por el capìtulo de los hombres-peces de Lukomórie, pues tal vez de allì derivaran las historias de Dhurga Mithen. Luego leyó Mu, el continente perdido pues el tìtulo le llamó la atención. Luego leería los siguientes capitulos: Lumaluma y el del Bunyip por si acaso aunque Australia era casi en el otro extremo del Pacìfico.
Después de todo, su padre siempre había considerado que había constantes culturales que se daban en diferentes partes del mundo, quizá porque la humanidad evolucionaba siempre del mismo modo o se enfrentaba a las mismas dificultades y entornos favorables. Petra pensaba, personalmente, que las mismas condiciones materiales de existencia originaran las mismas reacciones humanas y culturales. Todo estaba por probarse.
Y siempre habìa una verdad detrás de las leyendas, por absurdas que estas fueran. Cosas que la experiencia de pueblos primitivos no podía explicar y empleaba lo mejor que supiera con el lenguaje que tenìa y lo más familiar que conocía. Quizá los hombres peces fueran buzos disfrazados para impresionar a los nativos. Si estos tenìan oro, no era improbable algo asi: despues de todo siempre hay crédulos bien dispuestos a oir a personas inescrupolosas.
Petra suspiró. Buscó también algun texto sobre corrientes marinas y rutas de navegación transoceánica que surcaran el Océano Pacífico.
Alzó la mirada hacia el techo de la biblioteca. Era como un pequeño paraiso luego de los años pasados en Siberia y sería tan breve como un suspiro, pues pronto viajaría en un navìo que, seguramente, tendría iguales o peores condiciones que las que habìa sabido sobrellevar. Asì que se demoró todo lo que pudo leyendo, en esa biblioteca, para disfrutar de la amplitud y la calma del lugar.
Tomó sus notas con trazos ràpidos y leves, con soltura, en una caligrafìa muy cuidada. Miró los libros con cariño: quizá su hábitat natural debió haber sido siempre una biblioteca, una mesa, papel y pluma para escribir y no un fusil y menos una prisión.
Suspiró. Padre, cuánta falta me harias ahora… cuánto te eché y te echo de menos.
Una vez terminó su lectura devolvió al bibliotecario los libros, dándole las gracias. Aùn tenía el día siguiente para sumergirse en la colecciòn que habìa alli: encargó libros sobre las corrientes marìtimas y también sobre estilos artísticos de los pueblos primitivos del Pacífico norte.
-Gracias, camarada –le dijo-, mañana volveré por esos libros. Hasta luego.
El bibliotecario hizo una mueca que, a duras penas, Petra pudo descubrirle una sonrisa.
Lughuria- Boss
El bibliotecario observaba detrás de sus anteojos a la muchacha y el marinero que ésta tenía tras de sí. Ella no era de aquella ciudad, en una pequeña ciudad todos se conocían, tampoco parecía ser militar, sus ropas la delataban como civil y aquel halo de melancolía…
Tomo los libros de sus finas manos y antes de que hubiesen salido por la puerta que daba a la calle, se dispuso a llevarlos a sus correspondientes estanterías. Paso cansino, muy acorde con un hombre de su edad. Un libro cae al suelo seguido de una susurrante maldición. El señor se disponer a recogerlo… hay algo que llama su atención…una hoja escrita a lapicero que sin duda se debía haber dejado la muchacha del marinero. Sus cansados ojos no distinguían que dentro de esos escritos, había letras borradas por el paso del tiempo.
¡Señorita!…Espere, se ha dejado dentro del libro sus anotaciones_ dice acercándose a la puerta de salida.
¿Sus anotaciones? …
El folio escrito sin duda correspondía a algún tipo de anotaciones, pero desde luego no eran de Petra. Cuando ésta echo un ojo al papel, casi amarillento, que el viejo puso en sus manos, la inquisitiva mirada de la joven pudo vislumbrar trozos de frases
“Los isleños adoran a un tipo de Deidad antigua, que bien pudiera tratarse de Dagan,….. De los asirios y babilonios…
” Pueblo con aislamiento voluntario…sin determinar su líder religioso”
“Hebreo….Dag…pez…”
“Mencionado en la Biblia”…
Honran a su Dios con…humano y oro (recodar en mi próxima visita llevar…………..)
En el borde inferior derecho del escrito descansaba una firma… ¿Sasha Gólubev? ¿Pertenecerían aquellas anotaciones al antropólogo Sasha Gólubev?
Tomo los libros de sus finas manos y antes de que hubiesen salido por la puerta que daba a la calle, se dispuso a llevarlos a sus correspondientes estanterías. Paso cansino, muy acorde con un hombre de su edad. Un libro cae al suelo seguido de una susurrante maldición. El señor se disponer a recogerlo… hay algo que llama su atención…una hoja escrita a lapicero que sin duda se debía haber dejado la muchacha del marinero. Sus cansados ojos no distinguían que dentro de esos escritos, había letras borradas por el paso del tiempo.
¡Señorita!…Espere, se ha dejado dentro del libro sus anotaciones_ dice acercándose a la puerta de salida.
¿Sus anotaciones? …
El folio escrito sin duda correspondía a algún tipo de anotaciones, pero desde luego no eran de Petra. Cuando ésta echo un ojo al papel, casi amarillento, que el viejo puso en sus manos, la inquisitiva mirada de la joven pudo vislumbrar trozos de frases
“Los isleños adoran a un tipo de Deidad antigua, que bien pudiera tratarse de Dagan,….. De los asirios y babilonios…
” Pueblo con aislamiento voluntario…sin determinar su líder religioso”
“Hebreo….Dag…pez…”
“Mencionado en la Biblia”…
Honran a su Dios con…humano y oro (recodar en mi próxima visita llevar…………..)
En el borde inferior derecho del escrito descansaba una firma… ¿Sasha Gólubev? ¿Pertenecerían aquellas anotaciones al antropólogo Sasha Gólubev?
Petra- G.investigación
Sasha Gólubev… Era probable que aquellas notas pertenecieran a ese antropólogo. Más improbable parecía que él hubiera estado en esta ciudad perdida de Megaden. ¿O quizá el libro le había sido confiscado por la Revolución y por eso la nota había quedado olvidada allí?
Petra Nikolaievna respiró hondo: de esto se enteraría luego que pudiera ver si había libros editados por Gólubev. Siempre que no lo hubieran puesto aparte. Pues Gólubev no había gozado de mucho crédito en la época del zarismo. Si lo tenía ahora, dudaba que fuera por sus méritos científicos y si por sus contactos políticos. Bien recordaba a su padre despotricando contra Gólubev:
—Su teoría de la difusión cultural es un absurdo. ¿De dónde ha sacado que todos los continentes estuvieron juntos? —había dicho su padre poco antes de tener que huir a Viena.
Petra lo recordó de pie junto a la chimenea, su figura apuesta a pesar de su edad, iluminada por el reflejo de las llamas. Le pareció volver a ver cómo él agitaba la última carta de Gólubev:
—Este tipo está chalado. Créeme, hija, tiene fondos gracias a sus amigos bolvechiques, que si no ya lo habrían hechado de la Academia de Ciencias.
Que recordara, Gólubev nunca había llegado tan alto. ¿Porqué su padre lo odiaba tanto? ¿Era su excentricidad lo que le molestaba o alguna razón que le ocultaba?
Sabía que su padre y él habían estudiado juntos en la Universidad en San Petersburgo (no, se corrigió a sí misma, ahora era Leningrado). Poco a poco ambos hombres se habían ido distanciando: aunque mantenían una activa correspondencia académica ya no eran amigos. Hasta que Smirnov se exilió en Viena y ya no se carteaba con nadie dentro de las fronteras soviéticas.
Petra sacudió la cabeza, volviendo al presente: tenía asuntos más urgentes y concretos que resolver. Repasó esa hoja gastada y borrosa:
“Los isleños adoran a un tipo de Deidad antigua, que bien pudiera tratarse de Dagan,….. De los asirios y babilonios…
” Pueblo con aislamiento voluntario…sin determinar su líder religioso”
“Hebreo….Dag…pez…”
“Mencionado en la Biblia”…
Honran a su Dios con…humano y oro (recodar en mi próxima visita llevar…………..)
Releyó la última línea del texto:
“en mi próxima visita…”
No tenía mucho tiempo e ignoraba por donde estaba Gólubev. Pero no era muy difícil deducir que había estado en la región. Cuándo y por cuánto tiempo o si había regresado, era un misterio. Intuyó que debía ser cautelosa en ese punto.
Padre cuánto te necesito ahora, se dijo a sí misma, mientras buscaba la Biblia en los anaqueles de Mitos y Religión. Era peligroso consultar semejante libro y que creyeran que buscaba consuelo religioso en el opio que la burguesía había fabricado para oprimir a los pueblos. Esbozó una sonrisa ahora cínica, si hubiera tenido alguna duda, sabía por experiencia cuán lejos estaba cualquier deidad de los hombres que sufrían en la tierra. Era casi en lo único que podía estar de acuerdo con el bastardo de Stalin: la religión era tan sólo una creación humana.
Mejor consultaba una enciclopedia: atraería menos la atención que si leía la Biblia, no necesitaba aumentar su pena de prisión. Si, allí estaba. Sacó con cuidado el polvoriento ejemplar y rápidamente encontró lo que buscaba:
También parecía que tenía pies y otros lo mostraban como un ser de aspecto pulido y brillante: una figura compuesta: parte superior humana y la inferior, como la de un pez
Petra tomó nota nuevamente: los fenicios se sabían que habían explorado las costas… ¿cabía la posibilidad de que hubieran ido por el mar negro hasta el helado océano Artico y de allí al Pacífico? Imposible, Padrecito Invierno los habría aniquilado. O por el Mar Arábigo hasta el océano Indico y de allí lentamente al Pacífico Norte? No se conocían, al menos que supiera, prueba alguna de que hubieran hecho semejante itinerario.
Pero lo que sí era claro era una cosa: la descripción de Dagón se correspondía con la que había hecho la paciente del Hospital Militar. Lo mismo que la referencia al oro. ¿Cómo tenían oro los nativos referidos por la infeliz paciente?
Petra sintió repentinamente un escalofrío y que se le erizaba la nuca: ¿Y si realmente la pobre mujer no estaba loca y había realmente nativos y era algo que se deseaba ocultar? No le habría sorprendido que hubiera algún antropólogo o el propio Gólubev interesado en quedarse con la primicia a pesar de que el individualismo era algo más que reprobable en un buen comunista.
La muchacha no se engañaba: la realidad era bien diferente del ideal revolucionario que enseñaba la propaganda. La revolución poco había cambiado las pequeñas miserias personales de la gente.
Revisó el catálogo, no parecía haber libros de Gólubev, no rotulados bajo ese nombre, al menos. Se volvió al bibliotecario a pedirle ayuda mientras dobló bien el papel borroneado y se lo guardó en uno de los bolsillos de su abrigo.
Petra Nikolaievna respiró hondo: de esto se enteraría luego que pudiera ver si había libros editados por Gólubev. Siempre que no lo hubieran puesto aparte. Pues Gólubev no había gozado de mucho crédito en la época del zarismo. Si lo tenía ahora, dudaba que fuera por sus méritos científicos y si por sus contactos políticos. Bien recordaba a su padre despotricando contra Gólubev:
—Su teoría de la difusión cultural es un absurdo. ¿De dónde ha sacado que todos los continentes estuvieron juntos? —había dicho su padre poco antes de tener que huir a Viena.
Petra lo recordó de pie junto a la chimenea, su figura apuesta a pesar de su edad, iluminada por el reflejo de las llamas. Le pareció volver a ver cómo él agitaba la última carta de Gólubev:
—Este tipo está chalado. Créeme, hija, tiene fondos gracias a sus amigos bolvechiques, que si no ya lo habrían hechado de la Academia de Ciencias.
Que recordara, Gólubev nunca había llegado tan alto. ¿Porqué su padre lo odiaba tanto? ¿Era su excentricidad lo que le molestaba o alguna razón que le ocultaba?
Sabía que su padre y él habían estudiado juntos en la Universidad en San Petersburgo (no, se corrigió a sí misma, ahora era Leningrado). Poco a poco ambos hombres se habían ido distanciando: aunque mantenían una activa correspondencia académica ya no eran amigos. Hasta que Smirnov se exilió en Viena y ya no se carteaba con nadie dentro de las fronteras soviéticas.
Petra sacudió la cabeza, volviendo al presente: tenía asuntos más urgentes y concretos que resolver. Repasó esa hoja gastada y borrosa:
“Los isleños adoran a un tipo de Deidad antigua, que bien pudiera tratarse de Dagan,….. De los asirios y babilonios…
” Pueblo con aislamiento voluntario…sin determinar su líder religioso”
“Hebreo….Dag…pez…”
“Mencionado en la Biblia”…
Honran a su Dios con…humano y oro (recodar en mi próxima visita llevar…………..)
Releyó la última línea del texto:
“en mi próxima visita…”
No tenía mucho tiempo e ignoraba por donde estaba Gólubev. Pero no era muy difícil deducir que había estado en la región. Cuándo y por cuánto tiempo o si había regresado, era un misterio. Intuyó que debía ser cautelosa en ese punto.
Padre cuánto te necesito ahora, se dijo a sí misma, mientras buscaba la Biblia en los anaqueles de Mitos y Religión. Era peligroso consultar semejante libro y que creyeran que buscaba consuelo religioso en el opio que la burguesía había fabricado para oprimir a los pueblos. Esbozó una sonrisa ahora cínica, si hubiera tenido alguna duda, sabía por experiencia cuán lejos estaba cualquier deidad de los hombres que sufrían en la tierra. Era casi en lo único que podía estar de acuerdo con el bastardo de Stalin: la religión era tan sólo una creación humana.
Mejor consultaba una enciclopedia: atraería menos la atención que si leía la Biblia, no necesitaba aumentar su pena de prisión. Si, allí estaba. Sacó con cuidado el polvoriento ejemplar y rápidamente encontró lo que buscaba:
Dagón (hist). Deidad filistea. Normalmente se admite que el nombre Dagón es una forma diminutiva, de un término coloquial, derivado de la raíz dag semítica, y significa, "pez pequeño." Por consiguiente, el nombre indica un dios en forma de pez.
Esto también lo sugiere la Biblia cuando hablando del dios Dagón al que rindieron culto en el templo de Asdot (I Samuel 5, 1-7), (Asdot o Azoto N.del T) de acuerdo con la interpretación más probable, tenía cara y manos, y una parte de su cuerpo era parecida a un pez, "el tronco de Dagón" (versículo 5).
También parecía que tenía pies y otros lo mostraban como un ser de aspecto pulido y brillante: una figura compuesta: parte superior humana y la inferior, como la de un pez
Petra tomó nota nuevamente: los fenicios se sabían que habían explorado las costas… ¿cabía la posibilidad de que hubieran ido por el mar negro hasta el helado océano Artico y de allí al Pacífico? Imposible, Padrecito Invierno los habría aniquilado. O por el Mar Arábigo hasta el océano Indico y de allí lentamente al Pacífico Norte? No se conocían, al menos que supiera, prueba alguna de que hubieran hecho semejante itinerario.
Pero lo que sí era claro era una cosa: la descripción de Dagón se correspondía con la que había hecho la paciente del Hospital Militar. Lo mismo que la referencia al oro. ¿Cómo tenían oro los nativos referidos por la infeliz paciente?
Petra sintió repentinamente un escalofrío y que se le erizaba la nuca: ¿Y si realmente la pobre mujer no estaba loca y había realmente nativos y era algo que se deseaba ocultar? No le habría sorprendido que hubiera algún antropólogo o el propio Gólubev interesado en quedarse con la primicia a pesar de que el individualismo era algo más que reprobable en un buen comunista.
La muchacha no se engañaba: la realidad era bien diferente del ideal revolucionario que enseñaba la propaganda. La revolución poco había cambiado las pequeñas miserias personales de la gente.
Revisó el catálogo, no parecía haber libros de Gólubev, no rotulados bajo ese nombre, al menos. Se volvió al bibliotecario a pedirle ayuda mientras dobló bien el papel borroneado y se lo guardó en uno de los bolsillos de su abrigo.
Lughuria- Boss
El bibliotecario consulta el reloj, tuerce el morro desaprobando la consulta de la joven.
Lo siento señorita, la biblioteca va a cerrar sus puertas por hoy_ sale del mostrador con un majo de llaves que tintinean a cada paso del hombre_ Mas si mañana viene temprano es posible que pueda ayudarle en sus búsquedas _ deja posados sus ojos en el delgado cuerpo de la muchacha_ digo es posible… no es seguro_ acompaña a la extraña pareja hasta la puerta para cerciorarse de que comprenden que han de marcharse.
En la calle, el marinero que la escolta, abre la puerta del coche dejando que Petra se sitúe en la parte de atrás de éste. No parece que quiera demasiada charla. Una vez acomodados ambos, arranca con dificultad el vehiculo, echando alguna que otra maldición entre dientes. No les separa demasiada distancia del Puerto, en apenas 15 minutos llegaran al AGER 2 y una vez allí espera sea relevado de la molesta tarea de hacer de niñera.
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